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MI MACHISMO INCONSCIENTE


Repasando mi historia antes de intentar dar ejemplo...
EL MODELO
Viví mi infancia en un hogar en el que había alguien imprescindible: mi madre, lidiando con tres hijos, varones, un marido con mal genio (de esos que dicen: “¡NO TE ESTOY GRITANDO! ¡ES MI FORMA DE HABLAR!) y tres abuelos, todos viviendo bajo el mismo techo. Y era ella la que lo hacía todo. Cuando la comida no estaba puesta a la hora se oía un grito o un manotazo en la mesa del comedor, era mi padre. Mi padre, un hombre trabajador, honrado, pero con la empatía y la inteligencia emocional del granito. Y ella, mi madre, todo el día sufriendo, atemorizada, corriendo, sirviendo, muy pocas veces la recuerdo divirtiéndose, eso sí, siempre tenía una canción que salía de su garganta y una sonrisa en su cara. Me demostró viviendo, que es como mejor se educa, que cantar y reír son el bálsamo que te ayuda a vivir.
Cuando le pregunté, al cabo de los años, porqué nunca se había separado, ella me respondió: “Resignación y abnegación, nos educaban para esto.”
A los veinte años me casé, y desde el primer día, mi mujer asumió las tareas de la casa, aún trabajando, la cocina, etc, etc. En mi inmadurez y con el modelo vivido, me acomodé... no, seamos sinceros, ni siquiera pensé, era “lo normal”. El matrimonio duró poco, algo de responsabilidad tendría ella, pero yo no lo vi. Estaba claro que el error fue mío, aún era un chaval.
EL CAMBIO
A los veintitrés volví a enamorarme de una mujer, y emprendimos un proyecto de vida juntos. El primer día en nuestra nueva casa, cuando ella entró a la cocina a ordenar algunas cosas, yo le pregunté: “¿Te ayudo en algo de la cocina?” Ella se giró, como movida por un resorte mientras decía: “¿Te ayudo has dicho? ¿En qué momento has pensado que lo de la cocina es obligación mía?”
Yo estaba a punto de responderle sin pensar: “Porque tú eres la mujer”
Pero yo no era un machista de manual por elección o cerrazón mental, yo simplemente había sido educado a una forma de vivir y de convivir, no había opciones alternativas ni ejemplos distintos. Sus palabras, al yo intentar argumentar mi respuesta sin encontrar ninguna opción lógica, derribaron un muro que no me permitía ver gran parte del paisaje, me hicieron ver, de sopetón, la mierda de vida que había tenido mi madre, por mucho que ella se consolara aún sin haber todavía libros de auto ayuda. Me hizo ver muchas cosas en las que ni siquiera me había fijado. Y eso que me considero una buena persona.
Sigo detectando a veces, en mi pasado y en mi presente, comportamientos residuales de los que no me siento orgulloso. Sigo aprendiendo, meditando, preguntándome.
La única forma de convivir es reflexionar, escuchar, entender, aprender... y sobre todo, no odiar.
Muchos de nuestros comportamientos no son una decisión tomada por una mala persona. Son producto de una falta de educación y evolución, y yo creo que el debate nos llevará a una sociedad mejor.
Hablemos sin enfadarnos ni acusarnos, hagámonos entender.
Albert Boira
(1961 - ¿Y esa luz?)

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