La Gran Desconexión: ¿EE.UU. de vuelta al siglo XIX o al guion de una distopía?
A estas alturas, lo que está ocurriendo en EE.UU. ya no sorprende a nadie, aunque sí nos obliga a hacer un ejercicio de arqueología ideológica para intentar entender en qué momento la primera potencia mundial decidió que mirar al resto del mundo era una pérdida de tiempo. Algunos buscan la raíz de esta mentalidad en el aislacionismo de los años 30, otros en la paranoia anticomunista de los 50, y no faltan quienes lo ven como una reedición moderna de la Doctrina Monroe, con Groenlandia incluida en el mapa de la “América Primero” trumpiana. Vamos, que EE.UU. lleva más de un siglo coqueteando con la idea de que, si se encierra en su propio patio trasero, todo irá bien. Porque, claro, la historia nunca ha demostrado lo contrario…
El problema es que esta nueva fase de desconexión no es solo una cuestión de política exterior. Va mucho más allá: ahora Europa no es un socio estratégico, sino un rival económico. El Proyecto 2025 de la Heritage Foundation –esa suerte de manual de instrucciones para los ultraconservadores– ya lo deja claro: hay que “reorientar significativamente” la política exterior y redefinir quién es amigo y quién no. Y sí, esa “reorientación” no tiene pinta de ser una cena cordial entre aliados. Es más bien un “cada uno por su lado y suerte con eso”.
Los analistas más alarmistas (o más realistas, según se mire) advierten que este nuevo repliegue estadounidense podría desmoronar la arquitectura económica y de seguridad global. Porque, claro, en un mundo hiperconectado, lo mejor que puede hacer una superpotencia es encerrarse en su burbuja y esperar que todo siga funcionando mágicamente. ¿Qué podría salir mal?
Para algunos, el escenario que se está configurando recuerda peligrosamente a los días previos a la Segunda Guerra Mundial, cuando EE.UU. decidió que los problemas del mundo no eran su problema… hasta que lo fueron. Pero esta vez, la combinación de aislacionismo, rivalidad económica y una política exterior diseñada con la profundidad estratégica de un guion de reality show hacen que el riesgo de una crisis global alcance niveles inéditos.
Desde su primer mandato, Trump ha tomado decisiones que desafían cualquier lógica diplomática y económica, y su regreso al poder no ha hecho más que redoblar la apuesta. Entre sus medidas más sorprendentes están:
Alianzas internacionales al revés: Acercarse a Rusia mientras castiga a antiguos aliados como Ucrania, Canadá, México y la Unión Europea. Porque, claro, ¿quién necesita amigos cuando puedes tener a Putin de compañero de juego?
Desmantelamiento del Departamento de Estado: Reducir personal y cerrar embajadas en países "no prioritarios" parece ser la nueva estrategia para fortalecer la diplomacia estadounidense. Después de todo, ¿quién necesita diplomáticos cuando tienes Twitter?
Aranceles a aliados tradicionales: Imponer aranceles a la Unión Europea, Canadá y México es la forma perfecta de demostrar amistad y cooperación. Porque nada dice "te aprecio" como una buena guerra comercial.
Elogios a líderes autoritarios: Mientras castiga a sus aliados, Trump no escatima en halagos hacia líderes como Putin y Xi Jinping. Quizás espera que el autoritarismo sea contagioso.
Vandalismo en propiedades de aliados: Las propiedades de Trump y de su aliado Elon Musk han sido blanco de protestas y vandalismo. Parece que las políticas polémicas no son del agrado de todos.
Reducción de ayudas internacionales: Recortar el 92% de los proyectos de USAid es una forma efectiva de perder influencia global. Porque, ¿quién necesita aliados cuando puedes tener enemigos?
Revisión de la retirada de Afganistán: Investigar a los oficiales militares involucrados en la retirada de Afganistán es una excelente manera de fomentar la moral en las fuerzas armadas. Nada dice "confianza" como una buena caza de brujas.
Militarización interna: Prometer utilizar el ejército en suelo estadounidense para luchar contra "enemigos internos" es una forma innovadora de promover la unidad nacional. Porque, ¿quién necesita democracia cuando puedes tener tanques en las calles?
Nacionalismo cristiano: Adoptar símbolos y retórica del nacionalismo cristiano es una estrategia inclusiva que seguramente unirá al país. Porque, ¿qué mejor manera de promover la libertad religiosa que imponiendo una sola visión?
Creación de oficinas religiosas en la Casa Blanca: Establecer una oficina para combatir el "sesgo anticristiano" en el gobierno federal es una prioridad en tiempos de crisis global. Porque, claramente, ese es el problema más apremiante que enfrenta el país.
Los analistas más alarmistas (o más realistas, según se mire) advierten que este nuevo repliegue estadounidense podría desmoronar la arquitectura económica y de seguridad global. Porque, claro, en un mundo hiperconectado, lo mejor que puede hacer una superpotencia es encerrarse en su burbuja y esperar que todo siga funcionando mágicamente. ¿Qué podría salir mal?
Para algunos, el escenario que se está configurando recuerda peligrosamente a los días previos a la Segunda Guerra Mundial, cuando EE.UU. decidió que los problemas del mundo no eran su problema… hasta que lo fueron. Pero esta vez, la combinación de aislacionismo, rivalidad económica y una política exterior diseñada con la profundidad estratégica de un guion de reality show hacen que el riesgo de una crisis global alcance niveles inéditos.
Pero tranquilos, que si algo nos ha enseñado la evolución de las prioridades estadounidenses, es que no hay problema tan grande que no pueda resolverse con una solución absolutamente ridícula. No sería descabellado pensar que, dentro de unos años, la política agrícola del país termine proponiendo regar los campos con Gatorade porque “tiene electrolitos”, en una versión literal del declive que ya estamos viendo en tiempo real. Y si eso pasa, solo quedará sentarse y ver cómo la ficción de idiocrácia pasa a ser una realidad que incluso supera a la ficción… pero con sabor a naranja y limón.
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