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James Cameron presenta "Avatar: El sentido del agua" con la innovadora técnica HFR y la intención de revolucionar la forma en que se proyectan y consumen las películas.



Durante los últimos 13 años, James Cameron se ha dedicado a trabajar en un proyecto que involucra cuatro secuelas de Avatar y los Na'vi, y ha estado desarrollando la nueva tecnología necesaria para ello mientras también trabajaba en proyectos como Alita: Ángel de combate o Terminator: Destino oscuro. Ahora, finalmente, Avatar: El sentido del agua llega a los cines con el objetivo de igualar la recaudación del primer film (que sigue siendo el más taquillero de todos los tiempos) y de devolverle al modo de exhibición una importancia que ha estado ausente en los últimos años. Al considerar si ver El sentido del agua en el cine, lo más importante no es tanto cuándo verla, sino cómo verla.



Este hecho se debe a una gran cantidad de diferentes formatos y especificaciones técnicas, en las que destaca el HFR (High Frame Rate), que se refiere a la velocidad a la que se reproducen los fotogramas por segundo en la película. Cameron ha duplicado la cantidad habitual de 24 a 48, algo que ya hizo en el reestreno de Avatar de este año y volverá a hacer el próximo año con la vuelta de Titanic a los cines. Esta característica es quizás la más visible dentro de la determinación de Cameron de convertir El sentido del agua en una película de vanguardia: un experimento destinado a cambiar la forma en que se proyectan y consumen las películas, independientemente de si se trata de IMAX o 3D o de la copia o sala en cuestión. De hecho, el espectador experimentará esto sí o sí.
A pesar de que el uso del HFR en Avatar 2 no es nada innovador y puede acarrear diversos inconvenientes, todo sigue adelante.



Un corto resumen:
La técnica utilizada en Avatar 2 se llama TrueCut Motion HFR, desarrollada por la compañía Pixelworks. Esta empresa ha colaborado con Lightstorm Entertainment, productora de Cameron, para mejorar la velocidad de frames tanto de Titanic como de Avatar y filmar la próxima secuela y las tres que le siguen. Es importante mencionar que nuestro cerebro sólo es capaz de procesar entre 16 y 18 fotogramas por segundo, mientras que el formato de cine ha sido de 24 fps. Aumentar el número de fotogramas por segundo hace que los movimientos sean más fluidos.

Aunque el cine se rige generalmente por esta velocidad de fotogramas, hay muchas otras formas audiovisuales que la han superado, como la televisión analógica (que normalmente funciona a 25 fotogramas por segundo) o los videojuegos. Esto puede ser la razón por la que Avatar 2 recibe tanto comparaciones (posiblemente despectivas) con los videojuegos: éstos han ido aumentando su velocidad de fotogramas a medida que han evolucionado las consolas o los ordenadores. En la actualidad, la PlayStation 5 y la XBox Series X pueden reproducir sus juegos a 120 fotogramas por segundo, mientras que la PlayStation 3 ya lo hacía a 60 fotogramas por segundo.

En estos casos, el procesamiento de la imagen supera con creces lo que se considera cinematográfico, alejándose de los borrones e imperfecciones que suelen estar presentes en las películas cuando se captura un ritmo de exposición acelerado. El problema es que la imagen de cine ha sido tan utilizada durante tanto tiempo que aumentar el ratio más allá de los 24 fps puede dar lugar a problemas de percepción por parte del público. Esto suele provocar el llamado "efecto telenovela" o "efecto BBC", que se produce cuando la imagen funciona a una velocidad mayor de lo normal y genera una sensación de artificialidad, algo que se ha asociado tanto con la televisión (que históricamente ha utilizado tasas de fotogramas por segundo diferentes a las del cine) como con las grabaciones de cámara de vídeo.

Hemos estado acostumbrados a tener la reproducción estándar de televisión conocida como PAL, que funciona a 25 fps. El sistema SECAM, utilizado en Francia, también tiene una frecuencia de 25 fps, mientras que el NTSC, utilizado en América y Asia, funciona a 29.97 fps. La razón principal por la que la televisión nunca ha sido procesada a menos de 25 fps es la necesidad de transmitir la imagen a varios lugares simultáneamente. El ojo humano está tan acostumbrado a la imagen cinematográfica como a la televisiva, lo que nos permite diferenciar entre ambas. Por eso, no es necesario mezclar ambas con la excusa de que la imagen adquirirá nitidez si se añaden más frames. Esto puede ser interpretado como un efecto pobre y falso, ya que nuestra cultura nos lleva a ello. Sin embargo, James Cameron desafía esta cultura.

Antes de que se estrenara El sentido del agua, los experimentos con la tasa de imágenes por segundo (HFR) se realizaron en el contexto de proyectos más ambiciosos y comerciales que películas como Inland Empire o Los espigadores y la espigadora. Ataque de los clones de George Lucas fue la primera película filmada completamente en formato digital, permitiendo que la velocidad de las imágenes fuera una variable más. En 2009, esto coincidió con el fenómeno de Avatar, que delimitó las posibilidades de lo que podía hacerse con el 3D. Aunque Avatar no inventó el 3D, las circunstancias en las que lo devolvió al centro de atención hicieron que algunos directores descubrieran algo muy prometedor: cuanto más fotogramas se utilizaran, mejor funcionaba el 3D. Por lo tanto, el 3D y el HFR estaban destinados a complementarse.

Cuando Peter Jackson rodó la trilogía de El hobbit, entre 2012 y 2014, eligió grabar a una velocidad de 48 fotogramas por segundo. Sin embargo, se encontró con dos problemas: en primer lugar, muchas salas de cine no tenían la tecnología necesaria para reproducir esta velocidad, por lo que Un viaje inesperado, La desolación de Smaug y La batalla de los cinco ejércitos solo pudieron ser vistas en pocas pantallas a esta velocidad, siendo necesario reajustarla a 24 fotogramas por segundo en la mayoría de ellas. El segundo problema fue la reacción del público que sí vio la película en salas con la tecnología adecuada para el HFR (alta frecuencia de imágenes): la técnica no gustó a nadie y se percibió una gran pobreza y hasta cutrez en las imágenes, lo que provocó la ira del público.



Es un enigma considerando que cuanto más frames hay, más imagen se graba y el movimiento se ve con más realismo. Sin embargo, el problema es cultural: el mundo ha asociado a la imagen cinematográfica una cierta cualidad que El hobbit no cumple. Jackson intentó ajustar el uso del HFR después de las críticas tan negativas, pero La batalla de los cinco ejércitos tuvo resultados similares. Agregando esta polémica a la poca aceptación de estas películas luego de El señor de los anillos, fue fácil determinar el fracaso de El hobbit al tratar de llevar el HFR al cine de éxito.

A pesar de que habían pasado dos años, Ang Lee no se desanimó. En 2012, había experimentado con el 3D para La vida de Pi y, sabiendo cómo el HFR podía beneficiarle, lo incorporó a sus próximas películas. De hecho, fue aún más ambicioso que Jackson al filmar Billy Lynn y Géminis a 120 fotogramas por segundo, imitando así la escala de fotogramas de un videojuego de última generación. Mientras que Géminis, protagonizada por Will Smith, era una película de acción que utilizaba el HFR de manera ocasional para añadir un toque de extrañeza sin ser del todo olvidable, Billy Lynn era una película mucho más arriesgada ya que se trataba de un drama.


Cuando se estrenó Billy Lynn en 2016, la crítica la despedazó, y este hecho coincidió con la decisión de Cameron de utilizar esta tecnología. El HFR navega en sincronía con la ilusión de movimiento en pantalla, y como el filme contenía una cantidad excesiva de diálogos y escenas multitudinarias, el resultado final empujaba peligrosamente al film hacia el terreno de la telenovela. Ya completamente comprometido con la producción de las secuelas de Avatar, Cameron decidió emplear esta tecnología.

En "Avatar 2", se utiliza de esta manera.

Cameron ha dicho que el HFR debe ser una herramienta y no un formato en sí mismo. Esta es una buena manera de ver las cosas. Si algo han demostrado los experimentos de Jackson y Lee es que, aunque ellos y Trumbull estén convencidos de que el HFR es el futuro del cine, la gente no está lista para enfrentar ese futuro. Por lo tanto, Cameron ha decidido utilizar el high frame rate según las necesidades específicas de la película, lo que ha resultado en que "Avatar: El sentido del agua" alternate entre 24 y 48 fotogramas por segundo, según lo determine Cameron.

Según se dice, Cameron ha sido muy transparente en cómo ha abordado cada problema técnico en Avatar 2, asegurando que esta decisión no significa que haya filmado algunas escenas a una velocidad y otras a otra. Más bien, Avatar 2 ha sido filmada completamente en HFR, con la particularidad de que durante las escenas de acción con efectos especiales cada fotograma se ha "duplicado" para mantener una impresión más nítida. Estas complicaciones técnicas son difíciles de entender, pero en este caso nos interesan más sus efectos que el proceso en sí. Cameron mismo lo ha dicho: "En escenas tranquilas, el HFR puede jugar en nuestra contra", lo que nos lleva a recordar el fracaso de Billy Lynn.

Lo que pasa con Avatar es que la tasa de fotogramas que el ojo ve no es igual durante sus más de tres horas de duración. El HFR (High Frame Rate) ha mejorado indudablemente el 3D, que es más luminoso y colorido que en la primera película. Sin embargo, el uso de fotogramas dobles puede ser muy evidente para algunos espectadores y afectar negativamente la inmersión en la historia. A pesar de esto, la sensación de estar en un mundo acuático mantiene el objetivo de la película original de transportarnos a un lugar desconocido y hay muchos elementos que contribuyen a ello.

El argumento se centra en Jake Sully (Sam Worthington) y Miles Quaritch (Stephen Lang) que se sumergen en una realidad alternativa al conectarse con avatares, cuerpos Na'vi. La naturaleza, la fauna y la flora de Pandora son particularmente detalladas y en constante crecimiento. En el caso de "El sentido del agua", el agua es un elemento importante. Las escenas submarinas son impresionantes gracias a la cuidada iluminación, el ajuste espacial y el motion capture actualizado por Cameron, lo que hace que las interacciones de los personajes con el medio acuático sean tan reales debido a que los actores están literalmente sumergidos en el agua.


A pesar de ser una práctica cultural común, el uso del HFR (alta tasa de fotogramas) en El sentido del agua tiene el efecto contrario al deseado, ya que fragmenta la acción y dificulta la comprensión de la misma. Además, el aumento selectivo de fotogramas hace que las escenas de acción parezcan desconectadas del resto del film. Esto es algo que debería saber James Cameron, considerado un gran director de acción, ya que la continuidad espacial y narrativa es esencial para lograr una buena secuencia de acción. De hecho, algunos directores han sido criticados por abusar de los cortes rápidos con el fin de añadir velocidad, pero a costa de añadir ruido y confusión.

Similarmente, El sentido del agua también ha sufrido algunos inconvenientes debido al formato IMAX. Este modifica las dimensiones de la pantalla, prefiriendo la verticalidad en lugar del panorámico convencional, y cuenta con cámaras especializadas que permiten a un director filmar con una pantalla IMAX en mente. Sin embargo, cuando la película se proyecta en una pantalla distinta al IMAX, la imagen debe ajustarse y aparecen barras negras durante las secuencias de acción, lo que ocurre también en Avatar 2 con el HFR.

Es legítimo que podamos ser algo conservadores, pero hay que admitir que la intención de cambiar la forma en que el cine es mostrado es algo aplaudible. Sin embargo, en nuestra búsqueda de innovación, estamos descuidando una parte esencial: la conexión con el público. Al adoptar formatos como el IMAX y el HFR, estamos perdiendo la capacidad de enganchar a la gente con nuestras imágenes y de hacer que se dejen llevar por ellas. Aunque James Cameron y Christopher Nolan puedan estar obsesionados con estas tecnologías y puedan tener éxito con ellas, es posible que terminen convirtiéndose en el idioma del futuro. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esto viene a costa de sacrificar la empatía con nuestro espectador.

En El sentido del agua, hay cierta soberbia por parte de los creadores hacia el público, lo cual es contrario a lo que se espera de una película destinada al gran público, que debe ser lúdica y generosa. Esto no debería sorprender, ya que la película ha sido desarrollada durante 13 años en una especie de refugio o búnker.

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