Sonando: Cargando...

Últimos post

VOX se derrumba: purgas internas, aranceles de Trump y financiación irregular hunden a la ultraderecha


 Vox, que se vendía como el baluarte de la España fuerte y auténtica, hoy se muestra cada vez más vulnerable.

Entre promesas de defender la “democracia interna” y un “orden y mando” autoproclamado ejemplar, el partido ha pasado de proclamar su pluralidad a demostrar –con hechos y, sobre todo, con renuncias– que lo único que se respeta es el culto absoluto a Santiago Abascal.

El desmoronamiento desde Castilla y León
En esa comunidad, Juan García-Gallardo, quien llegó a ser vicepresidente y portavoz regional, se cansó de la “guerra sucia” interna. Acusó a la cúpula de Vox de imponer decisiones a punta de ultimátums y chantajes, obligándole a firmar la expulsión de dos procuradores críticos de la falta de democracia interna. Según él, “las discrepancias vienen de mucho más lejos”, convirtiendo esa tensión en la gota que colmó el vaso y obligándole a abandonar sus cargos para regresar a la abogacía.

La purga en Madrid y en otros territorios
La crisis no se limita a Castilla y León. En Madrid, Rocío Monasterio –una de las caras más mediáticas de Vox– fue destituida y abandonó el partido en señal de protesta, dejando claro que el “voto de la base” prometido jamás tuvo voz real. De igual modo, figuras clave como Iván Espinosa de los Monteros y Macarena Olona han abandonado sus escaños, evidenciando que la diversidad de liderazgos fue, en el fondo, incompatible con el modelo centralista impuesto desde Bambú.

Una estructura autoritaria y centralizada
El modelo organizativo de Vox se asemeja más a un búnker que a una democracia interna. Aunque se habla de “pluralidad”, en la práctica todas las decisiones se concentran en la sede central, donde solo hay un líder imprescindible: Abascal. Mientras tanto, el resto de dirigentes es considerado desechable; “en Vox, salvo Santiago Abascal, todos somos prescindibles”, aseguran algunos allegados. Este control absoluto evita la aparición de liderazgos locales, lo que ha contribuido a la fuga de talento que hoy debilita a la formación.

La traición a la patria: apoyando los aranceles de Trump
Como si las luchas internas no fueran suficientes, la adhesión intransigente de Vox a las políticas de Trump le está saliendo muy caro. El partido respaldó los aranceles proteccionistas impulsados por el expresidente estadounidense, medidas que, lejos de defender los intereses nacionales, favorecen a intereses extranjeros. Este giro, que se tradujo en la pérdida de dos diputados tras cuatro meses de subidas, ha golpeado la fidelidad electoral de la formación, mientras el PP y el PSOE registran leves alzas sin alterar el tablero general. Por otro lado, Podemos sigue creciendo y se queda a apenas 1,2 puntos de Sumar, que se mantiene estancado, reflejando una reconfiguración del electorado en la que el alineamiento con Trump resulta, irónicamente, autodestructivo.

El último escándalo: la investigación de Anticorrupción
La situación se agrava aún más con el último escándalo que sacude a Vox. La Fiscalía Anticorrupción ha abierto diligencias contra el partido por presunta financiación irregular, tras una denuncia presentada por el PSOE el pasado diciembre. Según la acusación, desde 2020 Vox habría utilizado "huchas" o "cajas de caudales" en sus mesas informativas para captar fondos en efectivo de forma opaca, lo que podría haber generado hasta 5 millones de euros. Además, la denuncia apunta a un préstamo de 6,5 millones de euros otorgado por el banco húngaro MBH Bank Nyrt, vinculado al primer ministro Viktor Orban, que, según el PSOE, infringe la normativa que prohíbe recibir financiación extranjera de organismos públicos o empresas estatales. Aunque Vox reconoce haber recibido fondos para sus campañas electorales en 2023 –afirmando que los bancos españoles se negaron a prestarles dinero–, el partido insiste en que sus cuentas son transparentes y están debidamente auditadas. Sin embargo, la investigación abre un nuevo capítulo en un partido ya marcado por repetidas deserciones y prácticas cuestionables.

El precio de la homogeneidad interna
La ironía es mayúscula: un partido que se autodenomina defensor de la soberanía y la identidad nacional se ha reducido a un culto a la personalidad, donde la centralización del poder contradice descaradamente cualquier discurso de pluralidad y transparencia. Además, su obsesión por alianzas internacionales –con referentes como Trump y otros líderes ultraderechistas europeos– desentona con la retórica nacionalista que alguna vez profesaron, convirtiéndose en un claro ejemplo de “anti-globalismo” mientras se sumergen en conexiones propias de un club exclusivo.

En definitiva, mientras Vox se jacta de defender la soberanía y la autenticidad de España, sus propias prácticas –la expulsión de líderes, la falta de diálogo, el control férreo desde la sede central y el respaldo a políticas que favorecen intereses extranjeros – revelan un partido que se autocontradice a cada paso. ¿Será este el principio del fin de una formación que prometía ser la antítesis del establishment político, pero que hoy se muestra vulnerable ante su propio autoritarismo y a una investigación que podría enturbiar aún más su imagen? Solo el tiempo lo dirá, pero la ironía de la situación no pasa desapercibida.

No hay comentarios