Sonando: Cargando...

Últimos post

La noche en que la lógica se detuvo


Una reflexión sobre lo inexplicable

Hay experiencias que uno guarda durante años, no por vergüenza ni por miedo, sino por la simple razón de que no encajan. No encajan en el discurso oficial, ni en la lógica cotidiana, ni siquiera en nuestra propia comprensión del mundo. Yo viví una de esas noches. Y aunque han pasado muchos años, nunca la olvidé.

Fue durante el servicio militar, en una base en las afueras de Madrid. Una de esas guardias nocturnas en las que te suben a un camión con lona cerrada y te llevan a un lugar del que no te dicen el nombre. Un bosque cercado, oscuro, con garitas distribuidas cada 500 metros. Un polvorín, decían. O eso creíamos.

Me asignaron una de las garitas más alejadas. La noche era fría, y el silencio pesaba más que el fusil. Llevaba un walkman oculto para sobrellevar las horas. En mitad de esa rutina gris, ocurrió algo que lo cambió todo.

La radio dejó de sonar, como si algo más que las ondas hubiera sido interrumpido. El silencio se volvió extraño, artificial. Y entonces la vi: una luz anaranjada, muy brillante, flotando a poco más de un metro del suelo. Sin sonido. Avanzando con suavidad y firmeza por el perímetro, hasta detenerse a escasos metros de mí. Solo unos segundos. Luego siguió su camino y desapareció entre los árboles.

No disparé. No grité. No supe qué hacer. Lo único que pude hacer fue sentir. Una mezcla de miedo, incredulidad y, sobre todo, una profunda confusión. Todo lo que sabía del mundo —la física, la lógica, las leyes que explican el movimiento y la energía— quedó en suspenso. Por primera vez, me encontré ante algo para lo que no tenía explicación.

Informé a mi superior. Me escuchó sin sorpresa. Me ofreció la posibilidad de hacer un parte… con la advertencia clara de que podría meterme en un problema. Opté por callar. Por seguir como si nada hubiera ocurrido. Pero ocurrió. Y lo recuerdo como si fuera anoche.

Durante mucho tiempo intenté olvidar. Me convencí de que no tenía sentido removerlo. Pero con los años, y al ver que otros también se atreven a hablar, comprendí algo importante: no todo lo que no entendemos debe ser negado. A veces, lo más racional es aceptar que hay cosas que aún no podemos clasificar.

¿Fue un fenómeno natural raro? ¿Una tecnología militar desconocida? ¿Un artefacto experimental? Tal vez. No descarto ninguna hipótesis. Pero tampoco necesito una respuesta definitiva. Lo que sé es que vi algo real. Y que esa experiencia, lejos de debilitar mi pensamiento lógico, me hizo más fuerte: más curioso, más abierto, más humano.

La ciencia no está reñida con el misterio. De hecho, nace de él. Y no hay contradicción en vivir con preguntas sin respuesta. Al contrario: ahí comienza el verdadero viaje del conocimiento.

No temo haber visto lo que vi.
Temería más haberlo olvidado.

J.A.V.



No hay comentarios