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La escena de Los Ángeles: un senador esposado, tropas desplegadas y la democracia... observando desde la banca

 


El 12 de junio de 2025 será recordado no por una tormenta ni por un eclipse solar, sino por algo aún más raro: un senador de los Estados Unidos, Alex Padilla, esposado en plena conferencia de prensa. ¿Su delito? Hacer preguntas. Sí, en Estados Unidos, ese país que alguna vez se jactó de ser el faro de la libertad, ahora preguntar puede ser considerado “un ataque”.

El show comenzó en el Edificio Federal Wilshire, donde la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, ofrecía una conferencia sobre las redadas migratorias de la administración Trump. Padilla, primer senador latino de California e hijo de inmigrantes, se identificó claramente, preguntó por las detenciones y, acto seguido, fue reducido al suelo por agentes federales, esposado, y apartado como si fuera un manifestante encapuchado y no un senador de la nación.

El Departamento de Seguridad Nacional, en modo “narrador poco confiable”, alegó que el senador “se abalanzó” y no se identificó. El video, claro, los desmiente: Padilla se presentó con nombre y cargo, y estaba a varios metros de Noem. La escena fue tan surrealista que muchos ya la catalogan como un casting no oficial para una futura distopía en streaming.

Pero la historia no termina ahí, porque mientras los ciudadanos digerían el espectáculo de un senador esposado, otros 4.000 miembros de la Guardia Nacional y 700 Marines fueron desplegados por orden del presidente Trump en las calles de Los Ángeles. ¿La razón oficial? Proteger edificios federales. ¿La oficiosa? Asistir activamente en las redadas migratorias que están sembrando el miedo en comunidades enteras, todo bajo el pretexto de “liberar” la ciudad de su “liderazgo socialista”, como declaró sin rubor Kristi Noem.

El gobernador Gavin Newsom denunció este despliegue como una “toma de poder sin precedentes” y presentó una demanda federal, apelando a la Constitución como quien saca un paraguas en un huracán. Porque sí, Estados Unidos firmó hace más de dos siglos que los militares no deben patrullar sus calles... a menos, al parecer, que alguien en Washington tenga una "gran idea".

¿Y el sistema judicial? Un juez federal prometió un fallo rápido. Rápido, sí, pero ¿efectivo? El equilibrio entre el poder federal y la soberanía estatal está siendo puesto a prueba como pocas veces antes. De ganar el gobierno federal, quedaría claro que ya no se necesita el permiso de los estados para imponer botas militares sobre el asfalto de cualquier ciudad.

Mientras tanto, las comunidades inmigrantes viven en una constante incertidumbre, con redadas en lugares tan cotidianos como Home Depot, y una narrativa oficial que ya no oculta su desprecio por la crítica. La metáfora es brutalmente clara: si un senador puede ser esposado por cuestionar, imagina lo que le espera a un jornalero con acento extranjero y sin cámara de video que lo respalde.

Entonces, ¿hacia dónde va Estados Unidos?

A este paso, directo hacia una película de ciencia ficción... solo que sin efectos especiales y con muy poca ciencia. Si no se toman medidas para frenar esta militarización de la política, esta criminalización del disenso y esta deportación de principios democráticos, lo que nos espera es un país donde preguntar incomoda, donde protestar es traición, y donde un uniforme tiene más poder que una Constitución.

Y, quién sabe, tal vez pronto también tengamos que pedir permiso para respirar… solo si no ofendemos a nadie con ello.

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